Monday, October 27, 2008
Lo protagonizó Lorena cuando el reloj marcó 12:53 AM
Escribir, escribir, escribir hasta perderme. No ser más que palabra, trazo, abecedario. Ser la palabra "esperanza" o " infierno" o un cuento completo, Una sonrisa ficticia, un abrazo suspendido en el espacio. Un átomo de goma de borrar, un cuarto de significante tergiversado. Ser la imagen tuya en una cabeza distinta. Una naranjilla. La puta que te parió. Todo eso o el silencio, o el exilio perpetuo. La tapa de un disco. Una mala idea. O solo aburrimiento, que es bastante. Posibilidades varias, un juego de mesa, una galleta de nueces y avellanas, un ají. O ser vacío, fracaso, nada. La reina de corazones. El par de un zapato perdido o su mal olor. Una diéresis. Un re sostenido. Ser ALIVIO.
Movimientos dactilares, tinta deliberadamente desparramada, negro, blanco, negro, blanco, no, eso ya lo dije... Ser Dios.
El hedor de la humanidad, la raza completa, la calentura, un orgasmo visceral, vida y muerte. Antes y después. Ser simultaneidad. Ser amor...

...¿AMOR?
¡Maldita sea!!! ¡Otra vez estoy delirando!

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Friday, October 24, 2008
Lo protagonizó Lorena cuando el reloj marcó 1:08 PM


INGREDIENTES
Un vaso de leche (de cualquier vaca, industria o nacionalidad)
chocolate en polvo y azúcar.
Un vaso, de preferencia mediano.
Una cuchara.

El polvo del chocolate no debe de mezclarse del todo con la leche. Movimientos envolventes y lentos. Los coágulos se juntan para no ahogarse en el mar de nácar, se agolpan comprimiéndose para formar una capa abundante. La superficie del vaso es ahora cobriza y cuarteada. El azúcar cae despacio y en cascada sobre la superficie grumosa. La armonía parece haberse perdido. Pero no. El marrón se abre amablemente en su centro, en un abrazo, ante la blancura dulce e insinuante del pesado polvo, que termina cayendo para alojarse los cimientos del contenedor, donde se acomoda cómodamente.
El metal helado de la cuchara irrumpe en un roce casi vulgar que lo transporta al fondo del vaso. La humedad ahora la envuelve, ya no es más esa frialdad seca, ahora nada en una inmaculada marea cremosa. Al fondo se encuentra con la granulación crujiente. La saborea de forma sutil.
La mano extasiada recoge el azúcar de a poco con la cuchara, y lo lleva lentamente hacia la superficie. Los grumos le abren paso, intentan escaparse de la boca ansiosa. Uno o dos no lo logran, quedan navegando en una pequeñísima porción de leche que tampoco logró salvarse. Llegan a los labios donde la carne rebosa en una espera palpitante. La lengua se mueve formando ondas leves, casi imperceptibles, tratando de adivinar el sabor antes de tocar. Los labios abrazan el metal y la lengua abraza la cuchara y la rodea con otros movimientos envolventes pero lentos, la lentitud es la clave.
Los grumos pisan el paladar mientras la leche baja mojando la garganta y se precipita hasta terminar en las entrañas. La nariz respira en un intento de reternerlo todo. El grumo se revienta liberando el polvo que yacía escondido en su matriz.
Un gemido por cucharada, un cerrar de párpados, un dilatar de músculos. Uno solo por cucharada.
Alzar el vaso y beber de su borde es perverso, pero la idea aparece, acecha. Prefiero disfrutarlo a cucharadas. Un gemido por cucharada, un cerrar de párpados, un dilatar de músculos. Dos, tres, cuatro, cinco..... veintiuno o quizá más. No, más no. Es preferible que el vaso sea mediano. Siempre mediano. Grande es sádico. Pequeño es masoquista. Lo importante es siempre guardar la compostura. Ahora voy por otro. Lujuria y no gula.

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Thursday, October 09, 2008
Lo protagonizó Lorena cuando el reloj marcó 7:15 PM
En esto se resume mi vida. Un no-lugar. Perder mis pies, perder mis pasos y no reconocer mis propias huellas. Y el silencio...
Tiempo, tiempo, tiempo pero no espacio. Tiempo que pesa, tiempo que aplasta. Tiempo que parece dos vidas y no una, dos vidas que no se desean, dos muertes que se esperan, no una, si no dos.
Adelgaza la línea finísima que divide lo que es mío con lo que es ajeno hasta que nada es mío, ni el destino... mucho menos el destino. Mía es solo esta angustia que late, marchando en una sonata militar de feroz tenacidad.
Yo sigo mis propios pasos y a ciegas. Me voy afianzando con la huella en los asfaltos de una ciudad en la que soy más yo que en el espejo, como quien cava hondo su propia tumba, como quien construye con sus propias manos, el vientre que lo contiene. Como quien se viste de invisibilidad.
No importa cuanto corra, nunca importa, estaré en el medio del tráfico de almas. Cuánto tiempo me drogué con letras!, Confieso que en sus trazos me pierdo aún de manera voluptuosa.
No somos más que el producto soberbio de una legión portadora de insania, la más dramática de todas las que existen.
Izando la bandera de cinismo, la tragicomedia se da vida en tu sonrisa lacrimosa y osada, aunque sabes que la paranoia se despierta en mi y me devora. Sabes también que por medio del miedo huí de la locura.
Reí en vez de llorar, lloré en vez de gritar, grité en vez de gemir, o quizá fue al revés.
Dios no es más que una madre neurótica que, por mantener el orden, va guardando a su paso todo lo que ve, en lugares en donde solo él podría encontrarlo. Dios es un imposible. ¿Dios es? No. Y si fuera sería caos.

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