Mi mente está en algún lugar que yo no conozco, me gustaría llegar a ella por algún pasadizo secreto pero no logro alcanzarla, creo que es más rápida que yo...o talvez más lenta...
El otro día fui a recoger a un tío que llegó de Paris a el arribo internacional del aereopuerto, y ahora que lo pienso, puede que se haya quedado ahí, los aereopuertos llaman especialmente mi atención.
Estoy ahí viendo a la gente llegar, gente que proviene de todos lados, de culturas diferentes, que cayó en este hueco, bien sea por accidente o como Alicia, por curiosidad...unos, por una mezcla de las dos cosas...unos son recibidos por gente que supone quererlos, o al menos actúa como si los quisiera, otros, son recibidos con gente desconocida y fría que lleva un cartel con sus nombres, tratan de ser amables, pero me imagino que los que llegan saben que solo hacen su trabajo...se reunen en esquinas...si alguien viene con niños, los pequeños automáticamente pasan a los brazos de sus familiares animados de verlos de nuevo, talvez solo fingiéndolo...está tan grande..el niño, con cara de susto...esa cara que siempre vio plasmada en las fotos y se supone que tiene que conocer, querer está cargándole, hablando algo que él no oye, solo está su mente que habla, le dice que tiene que mantener la calma porque debe de fingir que esta persona es de su agrado que es su querida tía Teodolinda...tan querida, con la que habló por teléfono un sinfín de veces...
El aura del aereopuero está siempre por encima de la gente, es un lugar de nadie, es un lugar de todos...tratas de que se despierte tu sensibilidad, no puedes portarte como todos los días pero las sonrisas salen congeladas...falsas.
Ahí dentro hay una ciudad, una economía, esperanzas de prosperidad en los negocios, gente desganada por el sueño, gente perdida, gente huyendo, malas noches, esperas, ilusiones que se van en aviones que se estrellan, y también...mentes que se pierden...