Los domingos de mi infancia eran todos iguales, jamás podía faltar la visita a la casa de mi abuela Enriqueta. La lista siempre era la misma. Mi primo Sebastian, Federico, Isabel, Vannia y la pequeña Lorena (o sea yo) llegábamos a la casa y nos encontrábamos con mi hermano Eduardo, que era quien nos instruía sobre los secretos y recovecos de la casa, pues estaba de local.
El viaje era tan largo q en el carro cada uno de los niños podía desplegar por completo su personalidad. Sebastián fue siempre quien hizo reír, llevó cierto tipo de liderazgo, por el caracter y porque era muy gracioso, además era el mayor, Federico que siempre fue burlón, malcriado, grosero, siempre riéndose, pero completamente inofensivo. Vannia que siempre estaba en otro mundo y que nos traía temas islas, por lo general el que traia todo un nuevo trip, soltaba una frase y ese era el nuevo tema a tratarse. Isabel que era bastante chiquita y engreida, y solo pasaba peleando y discutiendo con su mamá, o llorando por alguna de nuestras bromas. Yo era caprichosa y engreída también pero la mayoría de las veces cuando estaba con ellos era un muchacho malcriado, también burlona, y perezosa, trataba de convencer a todos que la mejor opción era aquella que a mi me requería menos esfuerzo.
En los viajes proponíamos juegos que vayan de acuerdo con la personalidad de cada uno, Sebastian hacía una ronda de cachos malcriados, Federico hacía a la Barbie tirar con su muñeco soldado, Vannia proponía trips más bien intelectuales, por ejemplo interpretar una obra de teatro sin movernos, o agregaba al trip de Sebastian de la ronda de cachos y decía que si nos reíamos perdíamos. Yo en cambio proponía juegos más mañosos, por ejemplo, escriban en mi espalda y yo adivino, mientras me dormía mientras me rascaban. no adivinaba nunca, aunque luego me convertí en una experta, ahora es uno de mis principales atractivos.
Los niños se dejan ver desde temprano, sin duda ni mis primos ni yo cambiamos mucho hasta ahora.
Las caras las recuerdo a la perfección. Las caras que tenían mis primos entonces, la que tienen en mi memoria.
En diciembre Federico tuvo una bebé, se llama SOL quien como todo recién nacido no muestra desde el principio su físico.
Ahora SOL tiene 8 meses y juro que jamás vi un parecido más impresionante, Sol es Federico en miniatura y con falda, ese Federico de hace 15 años, reflejado en la cara de una niña hermosísima.
Sol me despierta tantos recuerdos aún cuando todavía no es capaz de decir mucho, nada. Siempre viví a Sol como una sucursal de Federico y me encantaba, sentía orgullo, nostalgia. Eso hasta el día de hoy, me acerqué a Sol y la cargué, traté de distraerla, y sin querer repitió una palabra que le dije, ahora Sol tiene su propio recuerdo, ya no vinculado con su padre, ahora Sol no comparte espacio en mi corazón dentro de la parcela de su papá sino que tiene su propio terreno. Eso me parece hermoso, como creamos de a poco y sin esfuerzo el amor que luego la gente nos tiene.