
Una vez que junté un ramillete de palabras fui Dios y ley, eso me trajo tinieblas y miedo. Una vez que abrí los sentidos y los símbolos, probé de la manzana del árbol y fui capaz de crear y destruir. Y luego caminé por los desiertos y troté el mundo, viví miles de historias, fui un poco todas las personas, viajé en barcos, piloteé aviones de guerra, he sido libre, he matado y he muerto, he desmembrado, he cuestionado, gritado y respirado hondo. He fumado y me he reído hasta el asma de mis propios chistes. Dí vida en el presente, más allá de la sola idea, vi nacer de mi a un ser que ahora la vida me ha robado, que veo pulirse a diario y que sé que se formará hasta terminarse, igual que yo.
Todo es lo mismo, solo palabra... la palabra que se hace verbo. Entonces el fin es lo mismo que el principio. Solo parte del círculo. Quién sabe cuál estará antes y cuál después si ni siquiera el tiempo es más que un ritmo creado, una sinfonía monótona, barata y aburrida que nos apura y nos nombra los momentos. Con el tiempo hice música, hice movimiento. He llorado mucho, he probado el sabor de una lágrima entre mil y lo he sentido diferente cada vez. Siempre volví por más.
Es tan relativa la vida... tan tenue, ¿Quién dice cuándo fue suficiente? He vivido intensamente, he sido inmensamente infeliz y también me he reído hasta el dolor. Viví siempre con mucha pasión y la pasión, como el fuego, mientras más intenso, más rápido se apaga.
¿Y si solo tengo esto? ¿Y si siempre solo tuve esto? ¿esto que piso? esto que vivo? ¿y si me queda poco tiempo? ¿Sí me queda poca música?
A lo mejor la vida se apaga cuando no queda nada más por decir...
Voy a decir lo que más pueda , y así construiré y destruiré y podré decir que he vivido y que he muerto. Que estuve aquí y ocupé un lugar.
Si mi vida se acaba hoy dejo como manifiesto lo siguiente: la he pasado bien, las palabras me han salvado.
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