Se dice que la lactancia crea un hermosísimo nexo afectivo entre madre e hijo, no diré que son falacias porque debe de ser cierto, pero como a mi todo me sucede al revés, diré que prefiero parir cinco sets de quintillizos a dar de lactar a uno.
Mi hijo tuvo una lactancia traumática que duró un mes, cuando sentía que le ponía la teta en la boca gritaba y pataleaba, hacía arcadas, no lo soportaba, rasguñaba...fue terrible.
Los primeros días, para conseguir que el mocoso consuma algo de la tan famosa LECHE MATERNA, tuve que ponerme un poco más que de cabeza, con la dignidad por los suelos, el ánimo un poco más abajo, los pechos ensangrentados y las ganas de alimentar con propiedad a mi hijo, era rechazada una y otra vez por el único ser que debía quererme sin condiciones.
Nunca pensé en la estética, estuve dispuesta a que la gravedad me venza pero ella nisiquiera estuvo dispuesta a pelear conmigo, un mes me duró el chiste, un mes hasta que, quien me venció fue el despiadado rechazo de mi hijo.
El nexo entre nosotros se creó biberón en mano, él me miraba satisfecho por haber dejado de intentar, yo, aliviada, me sentía aceptada por mi hijo mientras este se nutría, talvez no tan bien, pero por lo menos lejos de la tortura de tener que succionar su propio alimento.
Mis intentos fueron variados, descabellados, pero cesaron a tiempo, a tiempo de conservar algo de dignidad y buenos recuerdos de la época en que mi hijo fue lactante, y por supuesto que no de la lactancia propiamente.
Ahora mi hijo anda agarrando tetas como si no existiera un mañana, toda mujer que se le acerca sufre del infantil morboseo de Martín que, ahora que puede, se divierte repitiendo CHICHI mientras amasa, muerde, jala...
Me pregunto si esa será la razón por la que nunca quiso amamantar, será que siempre quiso ver los pechos femeninos como una neta diversión? Menuda raza de superhombres la que se nos viene!