La hora se retrasa en su marcha, o parece retrasarse, la matemática de mi cerebro cuenta los segundos más rápido de lo que lo hace el reloj, me parece que se demora demasiado en moverse, en marcar el tiempo.
A mi lado un cuento, un millón de cuentos hablando, muchos hablaban de mi...pero el tiempo se derrite como los relojes de Dalí, que hablan de la inutilidad de la vida, de el inútil período de tiempo que permanecemos en este mundo donde todo es digno a derretirse como las agujas de los instrumentos que marcan los segundos.
Me encantan los relojes de arena, como a Borges, en interminable desmayo de los granos de arena hacia abajo, como recordandonos el polvo del que venimos, al polvo donde caeremos, tarde o temprano, pero esta actividad me resulta eterna...cada grano toma su tiempo para caer...cada gota de el ser toma mucho tiempo en volverse inservible...en estar abajo.
Cuando dejo de ver el reloj digital en mi computadora, caliente, sobre mi estómago, esterilizandome...dañando mi útero de a poco, y vuelvo la vista hacia arriba...no parece haber cambiado mucho desde la última vez que lo vi.
Que larga es la vida! interminable...y que cruel el hecho de poder medirla...una deliciosa tortura.