Chocar con las entrañas de esta insuficiencia y darnos cuenta de que no ha habido nada, ni siquiera eso que nos trae oscuridad. Entonces somos hueco, miedo y fantasma, retumbamos en las gargantas nerviosas de quienes habitan en la luz, escuchamos sus risas y los ecos de sus ecos nos vibran en los sesos.
Retorcernos en un vacío que duele en la médula, que arranca, que destruye y se dilata perverso. Los sollozos ya no salen sino vestidos de palabras toscas y amordazados.
Tu y yo somos retazos de imágenes monstruosas que se confunden, hasta que no puedo saber si alguna me pertenece. Es el blanco papel y el aire en mi nariz lo que te borra, es el tiempo que no es sino ritmo, es la copia de la copia, at infinitum, de un autorretrato, son tus páginas, barrotes de mi propio Rodez.
Percibo tu existencia en el susurro que miente y adolora, que se pierde en las uniones de los trazos y de repente ya no soy ni cuerpo, mucho menos espíritu. Las coyunturas que me atan y nunca fueron mías escarchan la esperanza única de morir súbitamente. El dolor es lo mío y no la muerte. El dolor y la tierra de esta cárcel, esta nada, esta faz desconocida y tu desaparición. Porque no soy sino tu sombra, tus pasos, tus excrementos, y el punto exacto en que tu mirada se pierde. ¿ Y si borro el reloj qué me queda ? Me queda aún la partícula que te atrapa, que te encierra, me queda el blanco, el esqueleto de una imagen que no es de nadie. Me queda la partitura de tu respiración, su formalidad. No tu. Todo esto no es sino una más de sus mentiras. ¿ Te ríes ahora ? Espero, algún día , reírme a tu lado. Por hoy no seré más que la encarnación de tu más profunda locura. Y hermoso como eres ¿ Qué más puedo pedir ? Pronto, me dices, pronto...
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