De ti no quedó nada, y tampoco quedó recuerdo de la niebla, ni del gélido metal de la casa siempre hermética, de cristales empañados. Tortura y más tortura, pues solo queda aguantar o morir en las entrañas ajenas de un lugar que se detesta, escupir en las esquinas para ser olvidado y purgar las faltas que no se recuerdan antes de empezar a morir en los brazos de un pasado que no debió de haber existido jamás (o al menos eso dicen), al fin y al cabo son extrañas siempre las piezas de un rompecabezas, aunque juntas. Cómo es repulsivo el abrazo que se finge!
La vida que me pisa los talones y que no miraré a los ojos transcurre paralela disfrazada de posibilidad, que aunque no sirve de mucho, esta latente, como lo que tuve que abandonar como medio de estricta supervivencia.
Después de el purgatorio sigo aquí y de costado, ofreciendo la siempre magnífica otra mejilla tan solo porque no queda otro destino y se han desvanecido con el humo las otras posibilidades. Siempre consiguen lo que quieren aquellos que juegan a ser dioses, mas siempre queda recordar que no dura mucho el brillo entre sus manos.
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