Yo, tan solo nado en las cenizas fantasmas de la triste sensación de tu falta, me dibujo en algún fragmento del mosaico multicolor de tus pupilas y me dilato como quien pretende invadirlo todo, pero es inútil, me desvanezco en un humo denso, gris, en donde habitas , reflejo que intentas esconder con tu espera.
Cuando los pies reposan en terreno utópico, no existen paredes pero hay mar y desierto, extenso.
La semiótica delatora de tus gestos, casi gastados, mostró ante tus ojos su espalda para brotar y ser flor.
Cuánta insensatez! A veces, te extraño.
Siempre amaré el recuerdo aunque sea famélico porque es todo lo que siempre queda de la resta, y diré que te di aquello que me sobró, para poder justificar que nunca te di nada. pero eso ya no importa al fin como nada importa ante el recuerdo del verdadero goce de las manos suplicantes de los curiosos que alegan vivir con las manos vacías y se alimentan de carroña. Lástima produce el pájaro que tiene la ilusión de alejarse cuando se da en la frente con la realidad del encierro.
El cliché está gastado y aún así sobreviven sus restos atormentándonos y contándonos mentiras al oído, las cuerdas empiezar a hacerme sangrar y yo no quiero sino huir.
Siempre admirando la oscuridad de los rincones y sus sombras, en donde he permanecido escondida durante años, talvez siglos, siempre en ruinas, siempre pululando a través de fantasmas y sueños perdidos.
De una casa tengo un recuerdo especial que no se va, que permanece prendido a mis entrañas, y se tiende ante mi. Demasiada muerte, demasiada podredumbre para una sola noche, demasiado presagio…mientras yo, cenizas arrumadas en un banco de madera roída…un par de zapatillas y una canción de esas que no me gustan pero que me sé de memoria.
Las cenizas se esparcieron elegantes sobre un mar de incertidumbre y desconcierto, sobre sospechas, afirmaciones, negaciones y miedo. Demasiadas palabras, demasiado tentar al diablo diría yo, demasiado morir por querer vivir intensamente.
Mis zapatos habían ya perdido la forma pero eran negros, y negra era la mujer que los llevaba puestos, y negro era lo que se dibujaba ante mi taciturno. Retazos de tu ausencia de tu falta, los bordes que delimitan lo cuerdo y lo insano y la fina línea que divide tu casa de la mía y nos separa por años luz.
El ego se te sale por la nariz hermoso como todo el resto de ti y tu miras la miseria de el resto, desde arriba pero conmigo.
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