Renunciar a lo inexistente ha sido, con seguridad, la parte más difícil, olvidar la fantasía y el placer de la deliberada exageración es un acto cruel.
Tener que abandonar mis huellas y escoger la soledad y el vacío porque es ahí donde, según dicen, debo encontrar la luz. Olvidar y perder la identidad y dibujar en mi rostro la conformidad, la calma y hasta la sonrisa, me devuelve intacta la frustración de la temprana infancia.
Aprender a economizar idea, comentarios y gestos. Formatear el esqueleto semi-armado de mi delgada ideología, no eso no...prefiero reconquistar el antiguo arte de la represión y del disfraz...
A fin de cuentas dentro de la piel aún huele a recuerdo.
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